El objetivo de este blog es hacer recapacitar a la gente sobre la educación actual. Para ello hemos abarcado temas que representan el cambio en el sistema educativo tanto para una escuela presente como una más futura. Con tu ayuda esperamos que este proyecto pueda ir creciendo y mejorando.
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sábado, 14 de enero de 2017
Eduardo Saenz de Cabezón, enseñando con humor
Una de las estrategias discursivas para llevar a cabo en el aula es usar el humor según el libro Entender(se) en clase. Las estrategias comunicativas de los docentes bien valorados. de Josep M. Castellà et al. (2007). Para ello mostramos un vídeo del profesor Eduardo Saenz de Cabezón ganador del concurso de monólogos de divulgación científica Famelab.
Artículo de El Mundo: Educación por el cambio
viernes, 13 de enero de 2017
TEDx Talks
Algunas conferencias interesantes sobre educación que, cuanto menos, invitan a reflexionar...💭
martes, 10 de enero de 2017
Segunda carta de José Antonio Marina al ministro de Educación
Señor ministro:
En primer lugar, quiero desearle un gran éxito en su puesto. Después, paso a cumplir lo que prometí en la carta anterior: hablar de lo que a mi juicio necesita el 'sistema escolar', como parte de un gran 'sistema educativo'.
Si se quiere cambiar una organización, lo primero que hace falta es convencer a quienes tienen que llevarlo a cabo de la necesidad de ese cambio. Todas las instituciones —la escuela también— son reacias a cambiar, por inercia, por pereza o por miedo. Cualquier propuesta pone en marcha mecanismos de defensa que es preciso desactivar con paciencia, proporcionando la seguridad necesaria a los afectados.
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Objetivo 5-5-5 |
Fijados los objetivos, se trata de diseñar un plan para conseguirlos. Las investigaciones más solventes coinciden en que para mejorar la educación, los tres factores fundamentales son la formación de los docentes, la calidad de los equipos de dirección y de inspección, y la ayuda a las familias desfavorecidas socio-económicamente. Propuestas sobre estos temas están precisadas en el 'Libro blanco de la profesión docente y del entorno educativo', cuya redacción nos encargó a mi equipo y a mí, en su anterior etapa ministerial.
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José Antonio Marina Libro Blanco de la Profesión Docente |
Esto debe ir acompañado, sin duda, de una mayor autonomía y flexibilidad en la gestión de los centros educativos, que deben tener competencias para establecer cambios en los currículos y para seleccionar —al menos parcialmente— a los docentes que van a tener que realizar su proyecto educativo. No todos los centros deben tener la misma financiación. Los que sean más problemáticos necesitan tener mejor financiación, y atraer a los mejores docentes, que deben ser incentivados para que trabajen en ellos. También merecen tener una financiación distinta los centros que presenten proyectos innovadores y eficientes. Parece igualmente sensato que el Bachillerato se imparta en centros especializados y que haya algunos centros de excelencia. La equidad no significa homogeneización, sino atención cuidadosa a la diversidad.
La flexibilidad y la pluralidad deben llegar a todos los elementos educativos, para facilitar la consecución de los objetivos. Los currículos deben hacerse menos exhaustivos, y los métodos de enseñanza, más activos. También debemos ser menos rígidos en las normas de acceso a cada nivel de enseñanza. Ahora solo se tiene en cuenta la edad. Todos los alumnos de la misma edad deben estar en el mismo curso. Esto, en los cursos superiores, tiene muy poco fundamento, porque hay alumnos que podrían ir más deprisa. Tener miedo a la pluralidad educativa es un sentimiento que nos viene de la influencia francesa en nuestro sistema. El Ministerio de Educación francés ha presumido durante decenios de que sabía qué lección se estaba dando en cada momento en cada aula de Francia. En cambio, los sistemas anglosajones han sentido alergia ante esa uniformidad. Hasta 1988, no hubo en Reino Unido un currículo nacional. Se marcaban los objetivos finales, y cada escuela se lo organizaba a su manera. En España se considera terrible que haya 17 sistemas educativos. Si evitamos la instrumentalización ideológica de la enseñanza, esa pluralidad puede ser muy beneficiosa.
El éxito educativo pasa por una potenciación de la Formación Profesional, que es fundamental para reducir el abandono. El sistema dual es bueno… si se hace bien. De lo contrario, se cumpliría el adagio latino de que “lo pésimo es la corrupción de lo óptimo”. Uno de los éxitos del sistema alemán es que los departamentos de orientación en los centros son muy potentes. No se trata de que los alumnos entren de 'aprendices' en una empresa, sino de que las empresas se conviertan en centros de enseñanza, y formen a sus tutores. Hay que incluir dentro de la responsabilidad social de las empresas la ayuda a la escuela.
Para conseguir todos estos cambios, hace falta tener el presupuesto necesario, pero con eso no basta. Hay que gestionar bien todo el sistema. Y eso plantea otra dimensión del fenómeno. Sus antecesores han caído siempre en el error de pensar que cambiando una ley se puede mejorar la educación. No es verdad. La educación mejora cuando mejora lo que sucede en las aulas, y, antes de llegar a ellas, las leyes pueden perderse en el camino. Es preciso comprometer, apoyar, evaluar, premiar, sancionar, movilizar a la comunidad educativa.
Y, por fin, llegamos al mantra que se ha repetido tanto: necesitamos un pacto educativo. En los 'Papeles para un pacto educativo', he estudiado los obstáculos que han impedido que los intentos de conseguirlo tuvieran éxito. Algunos de ellos vienen del siglo XIX. Posiciones ideológicas se han enquistado, falseado, acumulado agravios, y al final el debate se convierte en un diálogo de sordos. La polarización procede de la sociedad, la recogen las distintas asociaciones, la fomentan los intereses corporativos, económicos, sindicales. Y la articulan los políticos. Es muy difícil que haya un pacto a nivel político si previamente no lo hay a nivel ciudadano. Y eso nos exige a todos una paciente labor de pedagogía, que estoy seguro de que puede impulsar no solo como ministro, sino como portavoz del Gobierno. Los problemas técnicos pueden solucionarse, los enfrentamientos ideológicos solo pueden superarse buscando propuestas más potentes.
Vuelvo a reiterarle, señor ministro, mi deseo de que para bien de todos alcance grandes éxitos en su gestión.
Primera carta de José Antonio Marina al nuevo ministro/a de Educación
Distinguido amigo/a:
En esta misma sección he defendido la idea de que en un Gobierno que intente afrontar la modernización de España, su ministerio debería tener un rango especial. Una vicepresidencia, por decirlo de una manera gráfica. En esta carta quiero explicarle las razones para convencerle, aunque supongo que ya lo estará, de la especial transcendencia de su puesto.
El mundo entero se encuentra en estado de emergencia educativa. Se impone lo que denomino la Ley del equipo UP, porque ha sido él quien la ha definido mejor: “Para sobrevivir, las personas, las empresas o la sociedad necesitan aprender al menos a la misma velocidad con que cambia el entorno; y para progresar, deben hacerlo a más velocidad que el entorno”. El nuestro cambia muy deprisa, y por ello nuestros sistemas de aprendizaje, a todos los niveles, deben ser potentes, universales y eficientes. Hemos entrado en la learning society, como sin duda sabe. Y esta situación obliga a una mirada ambiciosa y lúcida. Tenemos que pensar el “sistema educativo” en su totalidad, y no sólo el “sistema escolar”. Me parece un caso de miopía que siempre que en España se habla de “pacto educativo”, en realidad se está hablando de “pacto escolar”, y esto no es suficiente.
Resulta muy clarificador comparar el mundo de la educación con el mundo de la salud. En ambos casos queremos que cada uno de los miembros de la sociedad disfrute, en un caso, de buena salud y, en el otro, de buena educación, es decir de aquella que facilite su desarrollo personal, su progreso profesional y su aportación a la sociedad. En las naciones desarrolladas pensamos que existe un derecho a disfrutar de ambas cosas y que el Estado debe garantizar el acceso a ese derecho. ¿Cómo se puede satisfacer? ¿Quién tiene que hacerlo? Comencemos por la salud. La respuesta más elemental es el Sistema sanitario. Una buena cobertura médica y farmacéutica. Sin duda, esto es imprescindible. Pero también lo es la investigación científica, la transferencia de esos conocimientos a la industria, la lucha contra la pobreza, el control de los alimentos, de la salubridad de las aguas y de la polución, la eliminación de situaciones graves de estrés social que dañan la salud psíquica y, por supuesto, el modo de vida de cada ciudadano, sus hábitos higiénicos, etc. Propongo denominar a todo este complejo científico, social, médico, estatal, personal, Sistema nacional de salud, del que formaría parte importantísima, por supuesto, el Sistema sanitario.
Pasemos a la educación. Nuestro objetivo es tener un sistema educativo que permita a cada uno de los ciudadanos adquirir la mejor educación posible. Voy a aparcar este tema que, por supuesto, excedería la dimensión de un artículo, para centrarme en precisar lo que es el “sistema educativo”. La buena educación de una persona depende de muchos agentes. La familia, la escuela, los compañeros, el entorno social y económico, los medios de comunicación y, por supuesto, el sujeto de la educación, sea niño, adolescente o adulto. Todos forman un sistema, del que el “sistema escolar” es solo un fragmento. Una institución, sin duda, muy importante, pero que no es una burbuja aislada, sino que forma parte de una sociedad, de sus virtudes y de sus vicios. Cuando la sociedad, ante un problema social, pide a la escuela que intervenga para resolverlo, olvida que la escuela es parte integrante de la misma sociedad que padece el conflicto. Sin embargo, la educación, a través de los sistemas formales, o de las influencias informales es la encargada de hacer progresar a la sociedad. Pero es todo el sistema educativo, no solo el sistema escolar, aunque el sistema educativo formal –escuela y Universidad- debería ser el centro reflexivo, impulsor, y coordinador de ese dinamismo. Y es tarea de su ministerio promoverlo.
En mi segunda carta, le expondré mi opinión sobre el sistema escolar y sobre lo que sería conveniente hacer, aprovechando la experiencia nuestra y de otros países, pero en esta quiero insistir en que el “efecto escuela”, es decir, su influencia educativa es limitada. El nivel socioeconómico y cultural de las familias, su estilo de crianza, la presión de los iguales, la cultura ambiente, las expectativas que la sociedad ofrece, su capital social, tienen en conjunto mayor influencia que la escuela. Le ahorro una inacabable bibliografía, que puedo poner a su disposición si le interesa. Si queremos que la escuela pueda ejercer su benéfica influencia, tenemos que atender a su complejo entorno. Hace dos siglos y medio, Montesquieu escribió en 'Del espíritu de las leyes' una frase que describe esta situación: “Recibimos tres educaciones distintas, si no contrarias: la de nuestros padres, la de nuestros maestros y la del mundo. Lo que nos dicen en la última da al traste con todas las ideas adquiridas anteriormente”. Todo esto nos obliga a pensar que la mejora de la escuela necesita un “pacto educativo” más allá de la escuela, que debe atender a las familias, a los barrios, a las ciudades. Que debe implicar también a los ayuntamientos, los servicios sociales, al sistema sanitario, a los organismos de protección de la infancia, a las Fundaciones con fines educativos, a las iglesias, a las empresas, a toda la administración pública, etc. Todos educamos, queriendo o no, por eso sería interesante elaborar una Carta de los deberes educativos de los ciudadanos.
El sistema escolar enlaza por un extremo con las familias, con los servicios de asistencia social, los pediatras, las instituciones que protegen a la infancia, y por el otro con la Universidad, la formación profesional y el mundo del trabajo. A su vez, este sector se prolonga con la empresa, con el mundo económico. Hay empresas que están dedicando grandes esfuerzos –dentro de su concepto de Responsabilidad Social Corporativa- a la educación: Google, Cisco, Huawei, Telefónica, por ejemplo. Debería establecer usted una colaboración flexible con ellas, implicarlas en la educación, animarles a que aporten conocimientos y fondos. En este momento, las corporaciones dedicadas a la tecnología de la información van a tener una gigantesca influencia educadora, que debemos aprovechar (y modular). Sin contar con la empresa no se podrá poner en marcha una Formación profesional dual, como todo el mundo reclama. Y tampoco se producirá una transferencia de conocimiento eficiente entre la universidad y el mundo empresarial.
Cambiar un sistema es complejo, por eso espero que domine usted el pensamiento sistémico, capaz de captar las interacciones. Por ejemplo, cada vez se ve con más claridad que vamos a necesitar un “aprendizaje a lo largo de toda la vida”. ¿Quién se va a ocupar de fomentarlo? Es evidente que dentro ese “sistema educativo ampliado” deben integrarse los cursos de formación para el empleo. En el curso pasado, cuatro millones y medio de personas siguieron estos cursos, y la participación en formación continua de las empresas aumentó del 27% al 75%. Hay más de 400.000 empresas que reciben bonificaciones para formar a sus empleados. El dinero público que se emplea en formación asciende a 2000 millones de euros al año. Una cifra respetable que procede de las cuotas para Formación profesional pagadas por trabajadores y empresarios. Confiamos nuestro progreso en la fórmula I+D+i, pero se nos olvida un factor común: la A de aprendizaje. La fórmula mágica es A(I+D+i). No podemos investigar, fomentar el desarrollo o innovar, si no aprendemos previamente a hacerlo.
En mi segunda carta, le expondré mi opinión sobre el sistema escolar y sobre lo que sería conveniente hacer, aprovechando la experiencia nuestra y de otros países, pero en esta quiero insistir en que el “efecto escuela”, es decir, su influencia educativa es limitada. El nivel socioeconómico y cultural de las familias, su estilo de crianza, la presión de los iguales, la cultura ambiente, las expectativas que la sociedad ofrece, su capital social, tienen en conjunto mayor influencia que la escuela. Le ahorro una inacabable bibliografía, que puedo poner a su disposición si le interesa. Si queremos que la escuela pueda ejercer su benéfica influencia, tenemos que atender a su complejo entorno. Hace dos siglos y medio, Montesquieu escribió en 'Del espíritu de las leyes' una frase que describe esta situación: “Recibimos tres educaciones distintas, si no contrarias: la de nuestros padres, la de nuestros maestros y la del mundo. Lo que nos dicen en la última da al traste con todas las ideas adquiridas anteriormente”. Todo esto nos obliga a pensar que la mejora de la escuela necesita un “pacto educativo” más allá de la escuela, que debe atender a las familias, a los barrios, a las ciudades. Que debe implicar también a los ayuntamientos, los servicios sociales, al sistema sanitario, a los organismos de protección de la infancia, a las Fundaciones con fines educativos, a las iglesias, a las empresas, a toda la administración pública, etc. Todos educamos, queriendo o no, por eso sería interesante elaborar una Carta de los deberes educativos de los ciudadanos.
El sistema escolar enlaza por un extremo con las familias, con los servicios de asistencia social, los pediatras, las instituciones que protegen a la infancia, y por el otro con la Universidad, la formación profesional y el mundo del trabajo. A su vez, este sector se prolonga con la empresa, con el mundo económico. Hay empresas que están dedicando grandes esfuerzos –dentro de su concepto de Responsabilidad Social Corporativa- a la educación: Google, Cisco, Huawei, Telefónica, por ejemplo. Debería establecer usted una colaboración flexible con ellas, implicarlas en la educación, animarles a que aporten conocimientos y fondos. En este momento, las corporaciones dedicadas a la tecnología de la información van a tener una gigantesca influencia educadora, que debemos aprovechar (y modular). Sin contar con la empresa no se podrá poner en marcha una Formación profesional dual, como todo el mundo reclama. Y tampoco se producirá una transferencia de conocimiento eficiente entre la universidad y el mundo empresarial.
Cambiar un sistema es complejo, por eso espero que domine usted el pensamiento sistémico, capaz de captar las interacciones. Por ejemplo, cada vez se ve con más claridad que vamos a necesitar un “aprendizaje a lo largo de toda la vida”. ¿Quién se va a ocupar de fomentarlo? Es evidente que dentro ese “sistema educativo ampliado” deben integrarse los cursos de formación para el empleo. En el curso pasado, cuatro millones y medio de personas siguieron estos cursos, y la participación en formación continua de las empresas aumentó del 27% al 75%. Hay más de 400.000 empresas que reciben bonificaciones para formar a sus empleados. El dinero público que se emplea en formación asciende a 2000 millones de euros al año. Una cifra respetable que procede de las cuotas para Formación profesional pagadas por trabajadores y empresarios. Confiamos nuestro progreso en la fórmula I+D+i, pero se nos olvida un factor común: la A de aprendizaje. La fórmula mágica es A(I+D+i). No podemos investigar, fomentar el desarrollo o innovar, si no aprendemos previamente a hacerlo.
Todo esto exige la colaboración de diferentes instituciones: escolares, culturales, económicas, laborales, de asistencia social, sanitarias, fundaciones, sindicatos, iglesias, ONGs del dominio educativo, empresas. Y estas tienen relación condiversos ministerios. Por eso, le decía al principio que un Ministerio de educación que se tome en serio su tarea debe poder pedir o exigir la colaboración de otros Ministerios. De ahí su mayor jerarquía.
Señor Ministro o señora Ministra: le sugiero que inicie una gran movilización educativa de toda la sociedad. Despierte la pasión por aprender. Busque apoyos dentro y fuera de la escuela. No podemos pretender entrar en una sociedad del conocimiento, si primero no fomentamos una “cultura del aprendizaje”. Las familias tienen que aprender, y también los niños, los jóvenes, los adultos, los ancianos, las empresas, los docentes, los políticos, los profesionales, las iglesias, los sindicatos. No quiero ponerme apocalíptico en mi despedida. Sin embargo, creo que España, que perdió el tren de la Ilustración, y el tren de la industrialización, puede convertirse en el bar de copas de Europa si perdemos el tren del aprendizaje.
Recuperado de: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2016-11-01/carta-nuevo-ministro-educacion_1283165/
La escuela en 2030
Los principales cambios
que habrá en un futuro próximo en el ámbito escolar se prevee que serán:
·
La clase magistral
desaparecerá; el profesor se convertirá en guía del alumno.
·
El aprendizaje será
personalizado, permanente y más caro.
·
Primarán las
habilidades frente al saber académico.
·
Internet será la
principal fuente y el inglés, la lengua mayoritaria.
Los sistemas educativos de
todo el mundo sufrirán grandes modificaciones de aquí a unos años, propiciados
por la revolución tecnológica. En los próximos años, Internet va a convertir
los colegios en «entornos interactivos» que cambiarán radicalmente la manera de
ser de docentes, padres y sobre todo, estudiantes.
A estas conclusiones han llegado los 645
expertos internacionales entrevistados para una encuesta.
El trabajo señala que «las
escuelas se convertirán en redes» donde los alumnos interactuarán entre ellos y
con el profesor de forma que se produzca un «aprendizaje colaborativo».
Se ha preguntado a varios
expertos españoles sobre las cuestiones que aborda el estudio, adaptadas a la
realidad de nuestro país, así como otras transformaciones en los horarios, las
relaciones entre los alumnos, la jerarquía del profesor, las nuevas
asignaturas, los deberes o el diseño del aula.
Profesores
Siete de cada diez
entrevistados piensan que el rol de los docentes será guiar al estudiante por
su propia vía de conocimiento. Serán facilitadores y orientadores, más que
transmisores del saber. El 43% de los sondeados sostiene que los contenidos online serán
la principal fuente de conocimiento en 2030, incluso por encima del colegio
(29%), del entorno del alumnado (13%) o de las instituciones culturales (3%).
Ismael Sanz dice: “El papel
de los profesores va a ser aún más relevante. Van a tener que mostrar a los
alumnos que hay que ser críticos con la información, […] que deben seleccionar
y acudir a las fuentes más fiables”.
Sanz cree que se
consolidarán metodologías como el flipped classroom, que consiste en que los chicos
preparan por su cuenta las clases y hacen una exposición en el aula, mientras
el profesor realiza una labor de acompañamiento.
Alumnos
El perfil del estudiante
cambiará en los próximos tres lustros. Será “un alumno con muchas más
posibilidades de acceso a fuentes de conocimiento, con una mentalidad más
universal, protagonista indiscutible de su aprendizaje, un ciudadano que busca
a través del aprendizaje un modo de responder a alguna necesidad del entorno»,
según lo define Núria Miró.
El 83% de los consultados cree que el currículo tendrá más contenidos
personalizados a la medida de cada alumno. Esto tendrá consecuencias en la
relación jerárquica con el profesor. Los estudiantes van a ser «más exigentes»
en cuanto a sus expectativas educativas.
A continuación surgen una
serie de interrogantes:
·
¿Cambiarán también los horarios?
Los expertos españoles coinciden en que la frontera
entre el colegio y el hogar se desdibujará y el aprendizaje no se restringirá a
unas horas y a unos lugares concretos. “El email y otras herramientas de comunicación se
están extendiendo mucho. Ahora los profesores ya tenemos muchas conversaciones
con los alumnos a las 20.00 horas” indica García, además añade “veo más cursos online, y a
deshoras. Más estudiantes van a tener que trabajar y no van a poder ir al
horario convencional. Veremos escuelas que den clases en verano y los fines de
semana”.
·
¿Habrá deberes?
“En
algún sentido, si hay un cambio, será a que casi todo sean deberes”, dice Cabrales.
El horario será más libre y habrá más tarea individual. “Más que deberes, hay
que suscitar en los alumnos la necesidad de seguir buscando documentación, de
informarse, de compartir conocimientos y de despertarles el gusto por la
investigación”, añade Miró.
Todo esto afectará, sin
lugar a dudas, a las relaciones personales entre los alumnos. En opinión de
García, “Hace 20 años, los críos pasaban más tiempo en la calle, sin demasiada
supervisión. Ahora su vida social es más limitada, están más en casa,
conectados online, y
tienen agenda”
El currículo
El 76% de los encuestados cree que las
habilidades personales o prácticas serán más valoradas que los conocimientos
académicos. Las llamadas soft skills -como la capacidad de hablar en público,
de trabajar en equipo, de adaptarse a los imprevistos...- son cada vez más
importantes en el entorno profesional, pero los expertos españoles coinciden en
que, por si solas, no suplen una buena preparación académica.
El
aprendizaje
El 90% de los encuestados
cree que, en este nuevo escenario, el aprendizaje se desarrollará a lo largo de
toda la vida del alumno y que no se limitará sólo a la etapa de formación
obligatoria (entre los seis y los 16 años) y a la universidad. Esto no
significa que la educación vaya a ser gratis. Al revés: el 70% piensa que la
Administración pública va a dejar de ser la principal fuente de financiación.
Fuente: www.elmundo.com
Conexión entre era digital, jóvenes y conocimiento
También se aporta la conexión que tiene la era digital y la sociedad del conocimiento en los jóvenes.
Era digital en la educación
A continuación tenemos otra página web pero esta vez acerca del impacto de la era digital sobre el sector educativo
domingo, 8 de enero de 2017
El papel de la escuela

En
la fase suprageneracional, las
familias y otras instituciones primarias se bastaban y sobraban para la
socialización de la infancia. Sin embargo durante la fase intergeneracional se tuvo que recurrir a una institución
secundaria, especializada, que desplazó a las primarias. Y en la fase intrageneracional, la que se queda corta
es esta institución, y recuperamos la idea de que 'se necesita una
aldea', aunque también sabemos que 'ya no basta' con eso.
miércoles, 4 de enero de 2017
La Sociedad de la Información es también la Sociedad del Conocimiento, pero en sentidos distintos
¿Qué
es la información? La podemos describir como un mensaje en forma de documento o
mediante una comunicación audible o visible en el cual intervienen un emisor y
un receptor. Antiguamente la información sólo era monopolio de unos pocos de
bancos, agencias públicas o servicios secretos, sin embargo actualmente está al
alcance de la mayoría de la población con acceso a internet (estadísticas
laborales o educativas, toneladas de información económica, comercial o
bursátil, informes sistemáticos sobre países, organizaciones y personas, ...).
"La SIC (también llamada sociedad
postindustrial) ha abaratado, igualado y democratizado espectacularmente el
acceso a la información"(Borgman, 2000).
Por
el contrario, ¿qué es el conocimiento? El conocimiento es algo muy distinto puesto que se considera más
amplio y más rico que la información. Se puede entender el conocimiento como la capacidad de comprender, por medio de la razón y de la ayuda de la información, la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. Por lo tanto la diferencia entre información y conocimiento es que la primera son datos sobre situaciones, personas, cosas o incluso sobre otros datos. Pero se puede dar la información como condición necesaria del conocimiento, eso sí, no se tiene en ningún modo como condición suficiente. En todo caso se tendría lo contrario, se requiere, demanda y consume conocimiento, a pesar de que también contribuya a producirlo.
Por todo ello, se hace más necesario e incluso más valioso el conocimiento, pues todo aquel individuo que tiene información necesita conocimiento, pero no implica que lo pueda tener al alcance de su mano.
Con el advenimiento de la SIC lo que se ha producido ha sido una polarización de la cualificaciones de los empleos, o sea, un aumento simultáneo del grupo de empleos más cualificados y del grupo de los menos cualificados, en detrimento de la banda intermedia (Gallie, 1991), sin embargo por ese mismo tiempo se producía justamente lo contrario en el sistema educativo.
Calidad de la educación en un mundo en cambio
Vivimos en un mundo en constante cambio con respecto a una
gran variedad de temas. Uno de los que nos ocupan en esta entrada es el de
educar con calidad en el mundo en cambio de hoy en día.
“¿Quién podía prever que en tan sólo 40 años la capacidad de
un teléfono móvil seria mayor que la de la computadora que se usó para dirigir
las misiones espaciales Apolo?” se pregunta Elisa Bonilla.
Pero los grandes avances que se han producido en ramas como
la tecnología no se han dado de igual forma en otros ámbitos como por ejemplo
en educación. La escuela es más conservadora y utiliza métodos que no están
todavía lo suficientemente digitalizados para los niños y jóvenes que nacen ya
con un móvil o con un portátil bajo el brazo. Aun así, la escuela también ha
evolucionado e intenta adaptarse a este nuevo mundo exigiendo docentes
cualificados en el ámbito de la competencia digital.
La
gran pregunta en la que parece que coincide la mayoría de la sociedad es acerca
de qué se busca con el cambio educativo. Y la respuesta también parece ser
clara (en teoría): “garantizar una educación de calidad para todos los jóvenes,
que los prepare para el presente y para el futuro”. Pero, ¿realmente el sistema
educativo está preparado para eso?, creemos que hoy en día no lo está, por lo
tanto la siguiente pregunta es ¿cómo lograr que la educación sea de verdad de
calidad? Ya no solo se trata de que todos los jóvenes tengan una educación sino
que además, ésta debe ser de calidad.
Para
lograrlo hay tres aspectos que vamos a resaltar, el primero es el económico,
seguido del cultural y el personal. El
que más voy a resaltar es el último de ellos, ya que como dice Elisa Bonilla:
“El fin de la educación debe ayudar a un joven a convertirse en la mejor
versión de sí mismo, a descubrir sus talentos e intereses”.
En nuestra opinión, esta frase se resume en que cada
individuo es increíblemente inteligente, pero cada uno lo es en distintas áreas, por lo que hay que intentar mejorar la calidad de la educación para que cada alumno pueda
desarrollarse (lo máximo posible) personalmente en el aspecto en el que destaca.
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