“¿Quién podía prever que en tan sólo 40 años la capacidad de
un teléfono móvil seria mayor que la de la computadora que se usó para dirigir
las misiones espaciales Apolo?” se pregunta Elisa Bonilla.
Pero los grandes avances que se han producido en ramas como
la tecnología no se han dado de igual forma en otros ámbitos como por ejemplo
en educación. La escuela es más conservadora y utiliza métodos que no están
todavía lo suficientemente digitalizados para los niños y jóvenes que nacen ya
con un móvil o con un portátil bajo el brazo. Aun así, la escuela también ha
evolucionado e intenta adaptarse a este nuevo mundo exigiendo docentes
cualificados en el ámbito de la competencia digital.
La
gran pregunta en la que parece que coincide la mayoría de la sociedad es acerca
de qué se busca con el cambio educativo. Y la respuesta también parece ser
clara (en teoría): “garantizar una educación de calidad para todos los jóvenes,
que los prepare para el presente y para el futuro”. Pero, ¿realmente el sistema
educativo está preparado para eso?, creemos que hoy en día no lo está, por lo
tanto la siguiente pregunta es ¿cómo lograr que la educación sea de verdad de
calidad? Ya no solo se trata de que todos los jóvenes tengan una educación sino
que además, ésta debe ser de calidad.
Para
lograrlo hay tres aspectos que vamos a resaltar, el primero es el económico,
seguido del cultural y el personal. El
que más voy a resaltar es el último de ellos, ya que como dice Elisa Bonilla:
“El fin de la educación debe ayudar a un joven a convertirse en la mejor
versión de sí mismo, a descubrir sus talentos e intereses”.
En nuestra opinión, esta frase se resume en que cada
individuo es increíblemente inteligente, pero cada uno lo es en distintas áreas, por lo que hay que intentar mejorar la calidad de la educación para que cada alumno pueda
desarrollarse (lo máximo posible) personalmente en el aspecto en el que destaca.
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